¿Cuál es el Misterioso Placer que encuentran algunos niños en ser crueles?
Cayetano Santos Godino es uno de los asesinos seriales más antiguos de Argentina, aunque probablemente lo conoces como el Petiso Orejudo.
El origen de su sobrenombre es bastante evidente cuando se observan las imágenes de Cayetano: su rostro estaba enmarcado por unas enormes orejas, que incluso llegaron a ser analizadas para determinar si tenían algún vínculo con su mentalidad criminal.
Fue hijo de inmigrantes italianos, que llegaron a Argentina en busca de nuevas oportunidades en 1888.
El padre era un alcohólico que acostumbraba golpear a su esposa e hijos, además de visitar prostíbulos donde contrajo sífilis, antes de que naciera Cayetano.
Quizá por esto,cuando Cayetano nació en 1896 sufrió de graves problemas de salud.
Durante sus primeros años casi muere en repetidas ocasiones a causa de enteritis.
En su niñez pasó de escuela a escuela: ninguna lo quería, todas lo acabaron expulsando por su desinterés en los estudios y sus actitudes violentas.
Las cosas no eran diferentes en casa, por lo que pasaba su tiempo vagando en las calles, terrenos baldíos y las zonas más oscuras de su ciudad.
Sus primeros crímenes los cometió contra bebés, mientras el solo tenía 7 años: su primer intento de asesinato fue en contra de un pobre niño de tan solo 2 años.
Lo llevó hasta un terreno baldío, donde le pegó hasta cansarse y después lo arrojó a un arbusto espinoso.
Afortunadamente, un policía escuchó la conmoción y salvó al infante.
Sin embargo, pese a lo grave de la violencia de Cayetano, no se hizo nada más para evitar que volviera a suceder.
Tan solo un año después, volvió a intentar lo mismo, esta vez con un bebe incluso más joven al que intentó matar con una piedra. Un policía lo detuvo una vez más. Pero, por su corta edad, fue dejado en libertad esa misma noche.
Cuando tenía 10 años, por fin cometió su primer asesinato. Ahora que conocía como actuaba la policía, supo cómo evitar ser descubierto.
Aisló a una niña de tan solo 3 años, la llevó hasta un terreno baldío, donde la estranguló para evitar hacer ruido.
Sin embargo, la fuerza de sus manos le falló y solo la pudo dejar inconsciente. Al final la enterró viva para evitar que la encontraran.
Muchos años después, cuando confesó todos sus crímenes, la policía fue a la ubicación para buscar el cuerpo, pero se había construido una casa en el lugar.
Lo único que quedó de ella, fue la memoria de sus padres preocupados y la denuncia hacia la policía.
El mismo año, su padre descubrió otro de sus macabros pasatiempos, cuando encontró cuerpos de pájaros en las pertenencias de Cayetano. Preocupado, se dice que contactó a la policía para que lo encarcelaran.
Y le hicieron caso: Cayetano pasó 2 meses en la cárcel y para cuando salió no quedaba ninguna escuela que lo aceptara: la calle sería su maestra.
A sus 12 años volvió a intentar un asesinato. Llevó a un bebe de 2 años a un tanque de agua en una bodega, donde lo intentó ahogar. Afortunadamente el dueño se da cuenta y lo rescató.
Pese a su historial, la policía nuevamente lo dejó salir libre esa misma noche.
El Petiso Orejudo cometió sus últimos crímenes en 1912.
En enero mató a otro niños de 13 años, lo apuñaló hasta desangrarlo y abandonó su cadáver en una casa vacía.
En marzo le prendió fuego a las prendas de una niña, que murió en el hospital por sus quemaduras.
En noviembre ahorcó a un niño de 2 años en un árbol, pero nuevamente la policía lo liberó el mismo día.
Unos días después, golpeó a una niña de 3 años, casi hasta matarla, pero fue descubierto y tuvo que huir.
Su último crimen lo cometió en diciembre, cuando llevó a un niño de 3 años a un almacén, donde lo ahorcó y luego atravesó su cráneo con un clavo.
No conforme con el Misterioso Placer de matarlo, esa misma noche Cayetano asistió al funeral del niño.
Afortunadamente, la policía había por fin atado los cabos y lo arrestaron en la madrugada al salir del lugar.
Una vez detenido, El Petiso Orejudo confesó 4 asesinatos e innumerables tentativas de homicidio. El juez -que comprendió la gravedad del asunto-, lo sentenció a pasar el resto de sus días en un hospicio.
Pero, aún cuando estaba confinado junto a otros enfermos mentales, siguió intentando matar, por lo que tuvo que ser mandado a prisión.
En la cárcel continuó siendo agresivo, pero los demás reos eran mucho mejores defendiéndose que los menores de edad a los que estaba acostumbrado.
Un día de 1944, el petiso orejudo murió por sangrado interno que se atribuyó a una úlcera, aunque lo más probable es que haya sido a causa de los golpes de otros presos.
Murió sin nadie que le llorara o que lo extrañara y se convirtió en leyenda.
Hasta hoy, en Argentina los padres que quieren asustar a sus hijos, recurren a la amenaza: “obedece, o el Petiso Orejudo vendrá por ti”.
La historia de Cayetano Santos Godino nos hace preguntarnos: ¿Cuál es el Misterioso Placer que encuentran algunos niños en ser crueles?