En Coffee Queens decidimos poner sobre la mesa una pregunta incómoda pero necesaria: ¿la ética tiene precio?
El tema no podía ser otro que la reciente polémica de Electrolit, una marca que pasó de ser sinónimo de hidratación a convertirse en el centro de un debate ético que salpicó a influencers, médicos, marcas y hasta a los consumidores.
El caso estalló cuando se filtraron supuestas ofertas económicas a influencers del sector salud para hablar mal de la bebida, generando un debate que va mucho más allá de una simple campaña: se trata de la credibilidad, la responsabilidad y el valor de la ética profesional en redes sociales.
¿Cómo comenzó la Polémica de Electrolit ?
Todo arrancó con una denuncia pública de Mr. Doctor, uno de los influencers médicos más conocidos en México.
A través de sus redes, contó que le ofrecieron dinero para participar en una campaña de desprestigio contra Electrolit, y que, por ética, decidió rechazarlo.
Su declaración encendió las alarmas. Según explicó, se trataba de una campaña coordinada, donde otros creadores del área médica sí habrían aceptado el pago para difundir mensajes negativos sobre la bebida.
En pocas horas, el tema se volvió tendencia.
Algunos influencers comenzaron a publicar videos comparando Electrolit con refrescos, afirmando que tenía niveles excesivos de azúcar. Pero las críticas no tardaron en dividir opiniones, porque, como explicó el propio Mr. Doctor, la glucosa es necesaria para la correcta absorción de electrolitos en suero oral, algo que incluso respalda la propia organización Hidratación Total.
En resumen: los ataques no solo parecían coordinados, sino que además tenían huecos técnicos importantes.
POLÉMICA | ¿Es justificable el IMPUESTO "saludable" para el ELECTROLIT? pic.twitter.com/msQXEZcCK5
— Alejandro Macias (@doctormacias) October 9, 2025
¿La ética tiene precio cuando hay dinero de por medio?
Aquí es donde entra la parte más delicada del asunto.
La gran pregunta que dejó esta polémica es si los influencers médicos pueden —o deben— ponerle precio a su credibilidad.
Porque, seamos honestos, en redes sociales todo se vende: productos, experiencias, rutinas… pero, ¿qué pasa cuando lo que se pone en juego es la confianza del público?
El caso Electrolit no solo expuso una supuesta campaña pagada, sino también una grieta ética que lleva tiempo gestándose: la línea entre informar y promocionar se ha vuelto tan delgada, que a veces ni los propios creadores la distinguen.
Y claro, mientras algunos defienden que “todos tenemos que vivir de algo”, otros recuerdan que vender la opinión médica no es lo mismo que vender una playera o un snack.
Aquí se trata de información que puede afectar decisiones de salud reales.
Si un día te sientes mal, acuérdate del Dr. Polo…
— ʍǟʀɨǟռօ ʀʊɨʐ (@marianoruiz_b) October 9, 2025
Perdió toda su credibilidad por 48 mil pesos 💸
vendió su opinión para una campaña en contra de Electrolit.
Hoy está perdiendo miles de seguidores, bloqueó los comentarios,
y la gente está furiosa pic.twitter.com/YRj8ZIL6q8
¿Qué responsabilidades tienen los influencers de salud?
El debate también abrió otra discusión importante: la responsabilidad y transparencia en las redes.
Muchos seguidores confían ciegamente en sus influencers favoritos, sobre todo cuando se trata de temas médicos. Pero si detrás de un video hay dinero no declarado, esa confianza se convierte en manipulación.
La polémica de Electrolit dejó al descubierto que la salud no debería ser un negocio sin ética.
Cuando un influencer acepta dinero para emitir juicios sin base científica o sin aclarar que su contenido es patrocinado, se rompe el contrato de honestidad con la audiencia.
Y eso pesa, porque recuperar la credibilidad en internet es casi imposible.
Un error, una omisión o una mentira mal disfrazada de “opinión personal” pueden tumbar años de reputación en cuestión de horas.
¿Qué hay detrás de todo este escándalo?
Más allá de la discusión ética, algunos usuarios comenzaron a especular con un posible trasfondo político y corporativo.
Se dice que la campaña podría estar relacionada con viejas tensiones entre Pisa Farmacéutica, empresa matriz de Electrolit, y ciertas autoridades del sector salud.
Aunque nada de esto ha sido confirmado, el contexto sí despierta sospechas: Pisa no es una desconocida en los pasillos del poder y ha tenido varios encontronazos por temas de licitaciones y distribución de medicamentos.
Así que la pregunta es inevitable:
¿se trató realmente de una simple campaña de desprestigio o de un fuego cruzado entre grandes intereses?
¿La ética tiene precio… o solo depende del número de ceros?
Después de todo lo que ha salido a la luz, la frase “la ética tiene precio” cobra un nuevo sentido.
Porque lo que empezó como una denuncia terminó convirtiéndose en un espejo para toda la comunidad digital.
Este escándalo con Electrolit nos recuerda que la ética no se demuestra con likes ni seguidores, sino con coherencia.
Y que el respeto por la profesión sea médico, periodista o influencer no debería ponerse a la venta, ni siquiera por una cifra tentadora.
Además, deja sobre la mesa la necesidad de mayor regulación y transparencia en las colaboraciones digitales, sobre todo cuando se habla de temas que afectan la salud pública.
¿Qué aprendemos de Electrolit?
Más que un simple escándalo de redes, este caso sirve como reflexión sobre la responsabilidad del discurso digital.
Vivimos en una época donde un video mal intencionado puede hacer más ruido que un estudio científico, y donde un influencer con millones de seguidores puede moldear la opinión pública más rápido que una nota periodística.
Por eso, este debate no solo le pertenece a los creadores, sino también a los espectadores.
Nos toca aprender a consumir información con criterio, a cuestionar lo que vemos y a exigir claridad cuando se trata de contenidos pagados.
Y mientras la polémica sigue dando de qué hablar, en Coffee Queens lo tenemos claro: la conversación sobre ética digital apenas comienza.
Porque si algo nos dejó este caso, es la certeza de que la ética puede ser incómoda, pero es necesaria.
Y si de algo sirve este ruido, que sea para recordarnos que en tiempos donde todo se compra y se vende, mantener la dignidad todavía vale más que cualquier cheque.